lunes, 15 de abril de 2013

La Casa Sobre la Roca

LANZAMIENTO MIÉRCOLES 17 DE ABRIL
En un sentido integral, la mayordomía se refiere a la administración responsable de los recursos para que, de manera eficiente y enfocada en el propósito para el que fueron designados, se entregue un resultado positivo al dueño de los recursos en cuyo nombre los administramos. Esta campaña durará tres meses. Durante este tiempo estaremos estudiando cada tema, en los cultos de los miércoles, en el GBC, y los domingos como parte de la reunión, en el momento de los anuncios y las ofrendas, se hará una mención especial del tema de esa semana. Los temas son: Introducción a la Mayordomía - Mayordomía del tiempo -  Mayordomía de la familia - Mayordomía de los recursos -  Mayordomía de los dones y talentos - Mayordomía del ser




lunes, 8 de abril de 2013

Sólo para pecadores…




Para reflexionar en este mes que celebramos las pascuas…
En esta oportunidad quiero compartir un capítulo del libro “Reflexiones sobre la evangelización” que escribiera el pastor Osvaldo Simari, maestro y compañero de milicias en muchas etapas de mi vida y ministerio.
En la puerta de cada lugar donde va a predicarse el Evangelio debería haber un letrero con esta inscripción: «SOLO PARA PECADORES». El mensaje de la Palabra de Dios gira alrededor de dos grandes verdades fundamentales:
1. Dios es justicia, y no puede pasar por alto el pecado del hombre, y tiene que condenarlo.
2. Dios es amor, y con su gracia desea salvar al pecador.
Predicar solamente la justicia de Dios sólo haría más desesperante la situación del pecador, más terrible y trágica su perdición; y si tan sólo enfatizamos el amor de Dios, despertaríamos en las almas una admiración sentimental o intelectual hacia la persona de Cristo, pero no ofreceríamos el verdadero camino de la salvación que ha de pasar ineludiblemente por la experiencia de la convicción de pecado y arrepentimiento.
Muchas veces hemos presentado el Evangelio de manera inadecuada. Nos hemos olvidado de testificar acerca del pecado y los pecadores.
Olvidamos que la cruz de Cristo habla no sólo del amor o la misericordia de Dios. También habla de la justicia y de la ley. Es que Dios no perdona ni salva por medio de la anulación de su justicia. Al contrario, Él es «el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús»  (Romanos 3:26). Esta justificación del pecador que Dios hace posible en Cristo manifiesta precisamente la justicia de Dios (Romanos 3:21,25,26) tanto como su perdón y misericordia. Eso tiene que llevarnos a considerar lo terrible que es quebrantar la ley divina: el pecado. En la cruz vemos lo que Dios hace con el pecado.
La ley y la cruz, la justicia y la misericordia, deben formar parte de nuestro anuncio del Evangelio. Pero hoy día muchas veces preferimos no hablar de la ley, del pecado o de la condenación cuando justamente son esos conceptos los que pueden ayudar al pecador a ver su total miseria espiritual y necesidad de Cristo.
No queremos que nadie caiga en la esclavitud de la ley; advertimos contra el error del legalismo. Pero a veces olvidamos que una persona no puede creer con una fe viva, real y salvadora, hasta que se haya dado cuenta por propia convicción de su impotencia espiritual. Según Pablo, por la ley es el conocimiento del pecado (Romanos 3:20). Dios mata antes de dar vida (1 Samuel 2:6), y es por la Ley que Dios mata (Gálatas 2:19; Romanos 7:9).
Cuando no cuidamos el anuncio de la ley de Dios, las personas desprecian la ley y no la tienen en cuenta, y al final, terminan despreciando la misma gracia. Es necesario que las almas lleguen a la desesperación del que sabe que no puede salvarse por sí mismo, y que ha de clamar a Dios con todas sus fuerzas. Ése es el momento en que el pecador comprende que el Evangelio no es para los que se creen justos, sino solamente para pecadores. Ahí es cuando el alma no sólo recibe capacidad para comprender el Evangelio, sino para creerlo con fe salvadora.
En innumerables casos hemos predicado un Cristo que es más Maestro que Redentor, más ejemplo que salvación, y más capaz de levantar un cierto grado de simpatía o un suave sentimiento antes que una profunda vergüenza por nuestro pecado, error y depravación. De este modo, el fruto muchas veces pudo haber sido conversiones dudosas, por falta de verdadera convicción de pecados. Como dice Oswald Smith: «Esta moderna teoría de “aceptar a Cristo”, sin más ni más, sin una profunda convicción de pecado, es una creencia mortal, jamás fruto de un nuevo nacimiento auténtico».
Hay que predicar ambas cosas: Ley y Evangelio, pecado y salvación. Hay que darle tiempo a Dios para que Él actúe en el alma, convenciéndola de pecado, y haciéndole ver que por sí misma no podrá salvarse nunca. Solamente la convicción de pecado es la adecuada antesala de la fe salvadora.